lunes, 18 de marzo de 2013

Cómo medir la Energía Piramidal

Gabriel Silva

Psicólogo, Antropólogo, Geólogo,
Experto en Piramidología,
Escritor e Investigador.

Cómo medir la Energía Piramidal

Cómo medir la Energía Piramidal

Medir la energía piramidal es algo que puede hacerse de muchas maneras, pero hay que tener en cuenta que llamamos “energía piramidal” a una serie de efectos concatenados, de los cuales algunos son simultáneos y otros consecuentes. Por ello, ante las discusiones de algunos profesores de física más interesados en la terminología que en la investigación, los médicos y terapeutas decidieron en Cuba sabiamente denominarle “efecto piramidal”. Unos aspectos implican una potencia magnética y otros el resultado de un efecto que sólo se verifica en las pirámides, ya se trate del fenómeno natural de vitalización que produce la molécula del agua [5 (H2O)] , o su réplica a macroescala con nuestras pirámide de aluminio y otros materiales.

















 















La “energía” propiamente dicha, desde cierto punto de vista serían los neutrinos taúnicos “T” acumulados (en su estado de materia cuántica básica, que han pasado del estado ondulatorio al estado corpuscular y se incluyen reconstituyendo átomos con carencias cuánticas), pero el proceso es muy dinámico, ya que algunos escapan, otros son absorbidos por los átomos de la materia expuesta, otros se acumulan como excedente en forma de biones, que escapan de la pirámide cuando son tantos que el campo no puede retenerlos, o bien cuando la pirámide se desorienta y libera su carga de neutrinos.

Este hecho que ocurre millones de veces por segundo en una sola gota de agua (una gota de agua contiene unas 67.000 billones de moléculas), es reproducido de modo constante a macro escala con una pirámide correctamente orientada. Pero un neutrino es cerca de 14 millones de veces más pequeño que un electrón, entonces es posible imaginarse con las proporciones que hablamos, que medir la energía piramidal en función de los neutrinos acumulados o de los emanados como biones, no es algo factible en un laboratorio casero, ni siquiera en los laboratorios mejor dotados de las más prestigiosas universidades.

Sólo algunos equipos independientes (y seguramente otros estatales) han realizado siempre en secreto este tipo de investigación tan estratégica. Nosotros hicimos estas investigaciones interesados en las pirámides y las Leyes de la Cuántica por mera obsesión científica, pero otros lo hacen por otras razones menos sanas.

Por otro lado, medir la energía piramidal en función de conteo cuántico resultó prácticamente imposible también para nosotros, porque la cantidad de neutrinos que aparecen en un sitio cualquiera es tan variable como las quiescentes solares, las fluctuaciones del campo magnético terrestre, las corrientes de rayos cósmicos, la radioactividad de la materia circundante en muchos kilómetros y otros factores que producen, inducen o desvían las corrientes neutrínicas, son imposibles de controlar, predecir y menos aún modificar.

Una investigación más profunda en este sentido requeriría de un laboratorio en aislamiento cuántico controlado, algo factible técnicamente, pero económicamente inviable incluso para los actuales Estados, cuyo mayor presupuesto está destinado a la industria bélica.

Por lo tanto, descartamos medir la energía piramidal en función del efecto cuántico, a pesar de ser uno de los más importantes, si es que no el fundamental.

La primera parte del efecto piramidal es la formación de un campo que expulsa los radicales libres y la “basura cuántica”, que es materia cuántica suelta a excepción de los neutrinos, que son incorporados a dicho campo. Luego (por esto y varios factores mas) produce el reordenamiento molecular con los consecuentes beneficios que ya conocemos. Entonces es más factible medir la energía piramidal en función de la velocidad con que se ordenan y optimizan las moléculas (del agua, para tener una referencia convencional). Pero esto requiere al menos de un laboratorio capacitado para hacer constante medición de simetría molecular. No está al alcance de la mayoría de las universidades. Sin embargo es posible hacer mediciones empíricas que permiten comparar intensidad entre diversos modelos de pirámides y es lo que nos ha permitido establecer estándares según densidad (peso/volumen) y según el porcentaje de caras cubiertas.

No obstante, hay un proceso natural basado en el medio Gauss del campo magnético de la Tierra a nivel atmosférico (0,8 a 1 Gauss en el suelo), que tiene una marca tope, por lo tanto no podríamos diferenciar mediante este sistema la potencia de una pirámide de 29 Kg de aluminio (como la Piramicama), de la potencia de una Hércules, con casi 150 Kg de aluminio.

El agua demorará en ambos casos unos tres días en optimizarse notablemente y 17 días en una optimización plena, existiendo muy poca diferencia entre el tercer día y el decimoséptimo. Si decimos que el modelo Hércules es casi cuatro veces más potente que la Piramicama normal, es porque los pacientes tardan en promedio cuatro veces menos para recuperar ciertas funcionalidades tras estar diagnosticados de reumatismo deformante o esclerosis múltiple. Es decir, una medición empírica y temporal en función de efectos que admiten tanta elasticidad como grados de gravedad de una enfermedad. La comparativa en este sentido fuera de Cuba, se limita a algunas decenas de pacientes, ya que algunos duermen en pirámides Hércules y otros con sintomatología similar lo hacen en Piramicamas normales, ya por imposibilidad económica de adquirir una Hércules, ya por vivir en espacios donde sólo cabe una Piramicama.

Entonces la medición no es posible como un todo general, tan sencillo como medir en casa una potencia en electricidad (que para explicar la diferencia entre amperaje y voltaje ya exige explicar más cosas…). Por lo tanto los factores a medir son muchos. Veamos algunos:


1) Intensidad del campo: Medición magnetométrica compleja, como velocidad de las partículas incorporadas, potencia en Gauss -normalmente en 0,5 Gauss en una pirámide paramagnética-; amplitud, frecuencia, etc. En esto influirá la calidad magnética del material, densidad y porcentaje de cerrazón.

Una pirámide de hierro o acero (cualquier ferromagnético) es mucho más potente que una paramagnética, pero su efecto no será beneficioso para los seres vivos, sino todo lo contrario a corto y largo plazo. Una pirámide diamagnética (cobre, plata, diversas aleaciones) del mismo tamaño y peso que la ferromagnética tendrá una energía piramidal “más sutil”, más difícil de medir en cualquier caso, pero más peligrosa todavía, porque el sujeto no notará los efectos inmediatamente…

Sería posible medir la energía piramidal en función del daño que causa una pirámide mal hecha, es decir con materiales inadecuados.



Aquí cabe recordar que aunque todos usamos sin miedo la electricidad, no es bueno meter agujas de tejer en los enchufes. Por eso insistimos siempre en que no se usen pirámides de cobre, acero, hierro, etc., a menos que sea en investigación científica con las debidas precauciones. A este respecto, recordamos que podemos dar un Certificado de Garantía sólo con el material más adecuado: Aluminio de alta pureza.

Respecto a los magnetómetros, hay algunos dispositivos no demasiado caros que pueden servir para hacer diversas mediciones, pero el uso de los mismos para lograr un resultado claro y correcto, requiere no sólo del aparatito, sino también de cierto nivel de conocimientos físicos, del mismo modo que no le sirve una buena calculadora científica a quien no tiene idea de matemáticas.


2) Flujo y acumulación de neutrinos. Son dos variables relacionadas pero muy diversas y no necesariamente correlativas, porque hay condiciones en que una pirámide puede generar un flujo potente de neutrinos pero no acumularlos, o acumularlos muy bien. Esto depende del material, factores geobiológicos, orientación, etc. Y desde ya que hablamos sólo de una pirámide bien orientada, sin considerar los fenómenos que ocurren en las moléculas de agua en movimiento… [ 5 (H2O) ] A este respecto ya explicamos antes.

3) Capacidad de eliminación de radicales libres y partículas cuánticas sueltas. Esto se relaciona con la intensidad de campo (el punto 1), pero no en forma tan estrecha que dicha capacidad de eliminación pueda entenderse como medida indicativa estricta, porque una pirámide de caras abiertas (estructural, como la Piramicama) elimina mejor (es decir “antes”) los radicales libres, que una pirámide cerrada de madera de la misma medida.

Una Hércules, de aluminio, lo hace más rápido debido a la densidad, la intensidad del campo y las aberturas que lleva en las caras, pero la cerrada en otros materiales también elimina más rápidamente la basura cuántica que una estructural y aunque tarda más en eliminar los radicales libres en las medidas de laboratorio, lo hace demasiado rápido cuando la base abarca más de dos cuadrículas de la rejilla Hartmann-Curry. O sea que el campo magnético de la Tierra nos la juega quebrando -como en otros temas- los parámetros posibles de medición de la energía piramidal.

Tenemos una serie de parámetros que sirven para pirámides de hasta cinco metros de base y otro para medidas de seis metros en adelante, que requieren de un sistema de ralentización del efecto para evitar descomposturas, que no le quita poder a la pirámide, sino que el organismo elimina los radicales libres más lentamente.

Como la función de la pirámide (en cualquier tamaño) está sometida al campo magnético terrestre, del mismo modo que la función de un embudo está sometida a la gravedad (en un embudo 9,8 metros sobre segundo en forma idealmente estable, en la pirámide 0,5 Gauss ) ocurre que en un embudo los factores variables serán densidad del líquido (peso específico), adherencia, velocidad y modo del vertido, etc., y en una pirámide estas variables son los factores geobiológicos, la calidad magnética del material, el porcentaje de cobertura de caras ya comentado y un laaaaargo etcétera.

De modo que medir físicamente la energía piramidal es bastante complicado, incluso cuando hemos tenido un laboratorio cuántico bien equipado.

Por ello utilizamos dos modos de medirla que cualquier persona puede usar con el debido entrenamiento, uno subjetivo (comprobable a doble ciego) y otro empírico: Por sus efectos.

Por ejemplo:

MODO EMPÍRICO:

Determinamos que un modelo Hércules es unas cuatro veces más potente que una Piramicama normal por la rapidez en que se detiene la floculación coloidal (los único factores bien medidos en laboratorio), pero también observamos unas cuatro veces menos tiempo para lograr ciertos efectos terapéuticos.

Otra forma empírica es por la práctica con diferentes efectos sobre la materia (material inerte, plantas, animales o personas). Pero ambas mediciones no necesariamente tienen que ser coincidentes en cuanto a cantidad, es decir que la diferencia entre dos pirámides puede dar valores distintos en ambas formas de medición.

MODO GEOBIOLÓGICO: 

A doble ciego se mide su intensidad en uB (Unidades de Bovis), que pueden descargar en esta página:

http://www.piramicasa.com/librospir/REVOLUCION/Piramidoterapia07.htm

La Piramicama normal alcanza entre entre 12.000 y 18.000 uB, la modelo Hércules sólo lo duplica y raramente triplica esa medida, pero ocasionalmente hemos conseguido cerca de 300.000 uB en una Hércules.

Esto no implica que haya de acelerarse la recuperación de un paciente más allá de lo que ya tenemos establecido como promedio. Tampoco una gran intensidad en uB significa que sea malo o bueno para los organismos, error en el que aún caen algunos geobiológos novatos y algunos no tan novatos pero faltos de información teórica y observación meticulosa.

Una pirámide totalmente paramagnética libre de diamagnéticos y ferromagnéticos dispersos en su estructura, jamás puede ser nociva para ningún ser viviente, aunque se alcancen tasas altísimas en unidades de Bovis (hablamos siempre de pirámide propiamente dicha, es decir el interior, porque la antipirámide es tema aparte, aunque también se use mucho en terapia hospitalaria). En una pirámide ferromagnética, diamagnética o combinada (como el acero inoxidable), podemos alcanzar tasas Bovis altísimas también, pero ello no significará que sea bueno para los seres vivos.

Ni siquiera cuando el sujeto siente un “chute de energía” a lo bestia, porque las células sufrirán un desequilibrio en las constantes magnéticas de sus membranas, el sistema nervioso tendrá una fluctuación y/o sobrecarga, y algunos órganos pueden ser dañados con una sola sesión (en especial suprarrenales, tiroides, hipófisis y pineal).

Lo que está claro es que por debajo de 6500 uB sólo medran los saprófitos y otros microorganismos, las arañas y algunos insectos y por debajo de 4500 uB la vida se extingue. Pero por encima de los 6500 uB, la cantidad no tiene nada que ver con la calidad.

ANÉCDOTA: La primera forma empírica de medir los efectos la pirámide con validez oficial, la presentó en Cuba el Dr. Ulises Sosa Salinas ante muchos médicos y físicos escépticos en un congreso. Midió el perímetro de una rodilla inflamada de una asistente, repitiendo la medición veinte minutos después de tratada con la pirámide (en modo antipirámide), y dicha medición indicó aproximadamente la mitad, por lo que pidió a los físicos que se ocupen de lo suyo, ya que él es médico, no físico. Eso ocurrió antes que tomásemos contacto en el año 2000, cuando en Cuba se desconocía nuestra investigación física.

Los médicos cubanos siguen midiendo la energía piramidal en función de los resultados que siguen obteniendo con miles de pacientes curados de infinidad de dolencias, muchas de ellas “incurables” para la medicina del mercado. Muchos practican radiestesia y miden en uB, otros prueban en laboratorios de biología, midiendo la energía de las pirámides por los efectos bacteriostáticos en placas Petri. Algunos utilizan la kinesiología para testar las pirámides, al igual que los efectos sobre los pacientes.

Por lo expuesto y como comprenderán, no tenemos aún un acuerdo definitivo entre los piramidólogos sobre cuál es el mejor método de medir la energía piramidal, o cuál sería el factor más importante en que basarnos. Mi método personal, aprendido de geobiólogos como Daniel Rubio y Carlos Requejo, es la medición en uB, pero sigo avanzando sobre parámetros con pacientes.

A la actual falta de un laboratorio cuántico como el que tuve, la podríamos compensar con baremos empíricos como el tiempo de momificación de una materia determinada, el ciclo de floculación y recomposición de la leche, el tiempo de cristalización y licuación de la miel y muchos más.

A diferencia de otras cosas en debate, no es por falta de opciones, sino al contrario. Sobran maneras de medir la energía piramidal, incluso para un chico de catorce años que recién comienza a experimentar. Por eso no puedo entender cómo aún hay gente supuestamente culta e inteligente que niega que exista la energía piramidal. En todo caso podríamos seguir discutiendo si le llamamos “energía piramidal” o “efecto piramidal”, es decir, mera cuestión de términos que implicaría prohibir las expresiones “energía eólica”, “energía eléctrica”, “energía solar”,  “energía vital”… No me imagino a los señores de la Real Academia Española metiéndose a discutir sobre física de las partículas, ingeniería solar, piramidología, magnetoterapia o medicina cuántica, así que dejemos los términos en paz, sepamos o no cómo medirla.  

Se llama “ENERGÍA PIRAMIDAL”, existe y es cada vez más conocida y maravillosamente utilizada.
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